¿Qué fue antes: el know how o los manuales de franquicia? (parte 1 de 2)

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Un concepto de negocio susceptible de conceder franquicias ha de ser capaz de replicar su ‘know how’ –o sistema de hacer las cosas, dicho en castellano viejo–, de manera que pueda ser empleado de manera idéntica por todos los futuros franquiciados de la cadena. Y para que sea posible replicar esta fórmula es indispensable especificarla con claridad en los manuales de franquicia que la central pone a disposición de quien abona el canon de entrada a la cadena.
En estos manuales de franquicia ha de explicarse detalladamente todos los procesos del día a día. O dicho de otro modo: sin estos manuales no hay franquicia que valga; por lo tanto: una enseña vale lo que valgan dichos volúmenes de recopilación impresos.

Ninguna cadena entrega dichos manuales de franquicia antes de la firma del preceptivo contrato. Por tanto, resulta imposible revisar, y por tanto valorar, su contenido antes de tomar la decisión.

Aunque, por supuesto, está el Plan B de preguntar a franquiciados que ya estén en funcionamiento –ojo, seleccionados por ti, no por la central) si dicha compilación del saber hacer del franquiciador les han servido realmente para sacar adelante el negocio, y si la marca garantiza de verdad el éxito que se les prometió antes de ponerles delante el contrato a firmar.

Por aquello de la cláusula de confidencialidad es muy probable que no puedan enseñarte los manuales de franquicia operativos de la cadena. Y a nosotros jamás se nos ocurriría aconsejarte que se lo pidieses. Pero una orientación general… Es decir, preguntarles si son claros, concretos y detallados. Porque cuanto más sencilla y eficiente será la forma de operar, al menos al principio, más posibilidades tendrá el tenderete de mantenerse en pie.

Un extremo que debe quedar perfectamente claro es cada cuánto tiempo, o en qué circunstancias, se actualizan los manuales de la enseña elegida. Un reajuste anual podría considerarse aceptable, y suficiente para no correr el peligro de que los procedimientos a seguir se queden obsoletos. Me gustaría echarle un vistazo a los manuales operativos actuales de ciertas marcas: seguro que siguen hablando en pesetas…

Precisamente, el Código Deontológico de la Franquicia, que es un documento aceptado oficiosamente por todos los países, define lo que debería ser una franquicia. Y dicho código reza bien claro que una cadena de franquicias ha de reunir, por lo general, una conjunción de tres elementos: una marca registrada, un saber hacer propio y productos o servicios.

Y es que el saber hacer es algo clave dentro de una franquicia. Si el concepto de negocio de esa central no aporta elementos novedosos o diferentes, que el emprendedor/inversor no sería capaz de llevar a cabo sin la franquicia, lo que se está pagando es… aire.

Una definición muy buena del “saber hacer” es un conjunto de informaciones prácticas, no patentadas, resultantes de la experiencia del franquiciador y probadas por él. De modo que podría hablarse perfectamente de una especie de regla de las cinco ‘S’ cuando hablamos de ‘know how’. Vamos, que el saber hacer de una cadena de franquicias ha de ser secreto, supervisable, sugerente, seguible y sustanciable.

Y como los expertos en SEO aseguran que no deben escribirse entradas demasiado largas: con un poco de paciencia, la próxima semana explicaré cada uno de los cinco puntos. Hasta entonces.

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