La franquicia y el lenguaje claro

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Tengo un conocido que llama atornillador a esa herramienta que yo denomino destornillador. Está en su derecho, porque tanto sirve para aflojar tornillos como para apretarlos. Pero el lenguaje empleado nos define. Por eso, cuando uno ve esas publicidades de ciertas enseñas que dicen «¡Franquíciate con nosotros!» (Intimalia, La Andaluza o AhorroTotal), o cuando ve emplear el verbo «franquiciar» como si estuviese admitido por la Real Academia de la Lengua, y no fuese sencillamente un error gramatical, lo primero que ha de hacer es sospechar de las intenciones de sus emisores.

No es casual que nos hayamos dado cuenta de que algún amigo emplea cada dos por tres el ‘yo’, ‘mi’, ‘me’, ‘conmigo’… Es el ególatra, que cree que el universo gira en torno a su persona. O que tengamos alguna compañera de trabajo que gusta de emplear la segunda persona del plural, cuando le conviene («ha dicho la directora que empecemos a…»), pero enseguida pasa a la tercera persona para escaquearse («…sería mejor que vayáis…»). Es la clásica egoísta, que rehuye las obligaciones si pueden ocuparse otros.

Algunas franquicias y su lenguaje

Con las franquicias y su lenguaje sucede algo similar. La que concede franquicias es la propietaria del concepto de negocio. Así que de «franquíciate con nosotros» nada de nada. ¿O es que lo que pretenden es que toda la responsabilidad de lo que suceda con el negocio recaiga en quien tomó la decisión de acercarse a la marca con las mejores intenciones? Raro, raro. Lo suyo es «Concedemos franquicias de nuestro concepto: ¿te interesa? Hablamos». Y entonces sí, ambas partes analizarán, la una si el saber hacer de la marca tiene posibilidades de éxito en su plaza, y la otra si el candidato es válido.

Una enseña en la que merezca la pena meter los ahorros debe contar con un saber hacer propio y transmisible. Antes de apostar por una franquicia es preciso estudiar si de verdad cuenta con un know how que la haga diferente en el mercado, porque de otro modo se estaríamos apostando por «aire», o lo que es igual: por un concepto que sólo le funciona (y ni siquiera sabe muy bien por qué) al franquiciador. Además, ha de contar con una buena formación. Es el vehículo para transmitir ese saber hacer, la clave de la franquicia. El funcionamiendo del negocio dependerá en gran medida de su perfecta transmisión. Hay que valorar mucho si la enseña imparte aprendizaje inicial suficiente y posteriormente reciclaje continuado en el tiempo (siempre surgen cosas nuevas que aprender).

Una marca, y unidades piloto

Cualquier enseña que se precie y que funcione con normalidad poseerá una imagen de marca de la que usted, como futuro asociado, se beneficiará. El rótulo vende y conlleva una clientela asegurada. Y para conceder franquicias, una cadena debe poseer puntos de venta en propiedad. Se trata de locales piloto donde se ha ido madurando el saber hacer y en los que se prueban las novedades que se van haciendo. Ésta es una buena señal. Pero además, en una franquicia “de fiar” deberán primar la claridad y la transparencia. Una enseña que no tenga nada que ocultar debe ofrecer todo tipo de información sobre su actividad, su evolución y sus objetivos. Si no obra de forma natural y abierta ante sus peticiones, no se fíe de ella.

Valore el respaldo económico. Si una franquicia tiene detrás de sí un grupo empresarial importante transmite mayor seguridad. Aunque esta situación no sea sinónimo de garantía absoluta. Sí lo es, por ejemplo, una evolución ascendente y positiva. La trayectoria de una red de franquicias debería reflejar una expansión creciente y un incremento más o menos regular de su número de franquiciados, así como la facturación media de la red.

Aprecie la ayuda en la financiación. Una de las trabas más habituales a las que se enfrenta un emprendedor es la búsqueda de frentes del capital inicial. Si la central se implica en la cuestión económica, es señal de que cree en su idea, desea crecer y es consciente de la dificultad que conlleva iniciar un nuevo negocio partiendo de cero. Y no reniegue de las novedades sólo por serlo. Surgen oportunidades empresariales que son un gran negocio, antes impensable, bien por cubrir un nicho de mercado olvidado o bien por no estar explotado. La novedad siempre impacta, aunque tiene la desventaja de que no se sabe si tendrá continuidad en el tiempo.

 

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