La percepción del dolor, salvo en los negocios

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La percepción del dolor, conocida como nocicepción, es fundamental para la supervivencia del ser humano. El dolor constituye un método sencillo y eficaz para aprender cuáles son los peligros de este mundo. Nos indica que debemos reaccionar: apartar la mano ante el agua hirviendo, no pisar cristales rotos o no apoyarnos en un tobillo torcido. Qué pena que, cuando uno se topa con un timador –de los que no faltan en la franquicia– no sienta un pequeño temblor en la nuca antes de firmar el contrato y echar a perder los ahorros.

Todas las especies superiores, y en particular aquellas que más relación tienen con nosotros, cuentan con sistemas nerviosos que parecen capaces de procesar el dolor. Aunque no les podemos preguntar si están heridos, mamíferos y pájaros se retuercen, gimen y aúllan tal y como lo hacemos los humanos. Como nosotros, experimentan una subida de la tensión sanguínea, se les dilatan las pupilas, sudan y se les acelera el pulso en respuesta a estímulos dolorosos.

La nocicepción es una herramienta de supervivencia fundamental para los organismos complejos. Los niños que nacen con una enfermedad poco habitual conocida como insensibilidad congénita al dolor pocas veces viven más allá de los 25 años. Aunque al nacer parecen como los demás bebés, los problemas comienzan cuando les nacen los dientes: pueden morderse los dedos sin ni siquiera notarlo. Se rompen los huesos, se queman las manos y se arañan las rodillas, pero no se dan cuenta de sus heridas hasta que ven la sangre o los cardenales. Suelen morir de infecciones graves causadas por diversas heridas.

Pese a que suena tópico, es verdad que el dolor está en nuestra cabeza. Varias partes del cerebro operan conjuntamente para generar lo que en ocasiones se conoce como matriz del dolor. Algunas de sus áreas nos hablan de su intensidad, mientras otras nos informan de su ubicación, duración y tipo (quemadura, dolor punzante o perforación). La percepción de dolor dispara una sensación de alarma merced a una parte del cerebro conocida como corteza cingular anterior.

Es una lástima que no nos suceda lo mismo cuando estamos en presencia de un «vendemotos» de los que pululan por la franquicia. Si algo nos alertara de que el golfo de turno nos trata de colar un concepto desfasado o condenado al fracaso, una reacción física o química interna debería ponernos sobre aviso. Así veríamos menos cierres de cadenas como Equivalenza, OpenCel o Re/Max, por poner sólo unos pocos –pero conocidos– ejemplos.

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