Todo negocio requiere un plan (1 de 2)

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Dicen que la diferencia entre un ingeniero del Norte de Europa y otro del Sur es que el primero emplea 12 meses en diseñar y 6 en ejecutar lo planeado, mientras que nuestro vecino emplea 6 meses en la mesa de dibujo y 12 en levantar la obra. ¿No sucederá algo parecido con los emprendedores patrios, y por eso hay negocios que se topan con el siempre desagradable rostro de la ruina más a menudo de lo que sería deseable? Planificar el proyecto de una nueva empresa –esto es, desarrollar un plan de negocio– es tarea tanto del emprendedor que quiere iniciar su propia aventura empresarial, como de la compañía que desee crecer a través de nuevas vías de negocio.


Seamos didácticos y comencemos preguntándonos: ¿para qué sirve y a quién puede resultar útil un plan de negocio? Se trata de un documento que sirve para planificar el proyecto de una nueva empresa que quiere ponerse en marcha. Por eso mismo, existe una gran diversidad de guiones para redactar el documento según las características del emprendedor y del proyecto. Y es que, al final, el plan de empresa termina siendo un documento muy personal, en el que se puede percibir claramente la idiosincrasia y la manera de hacer las cosas del futuro empresario.

Con independencia del guión que se siga, otra forma de abordar el contenido de un plan de negocio es pensar cuáles son las preguntas que se deberían responder. Este documento debe poder dar respuesta, en primer lugar, a las dudas del propio emprendedor, y en segundo, a las preguntas que le pueden hacer los futuros socios, inversores e incluso familiares o amigos. Por tanto, sea cual sea la forma escogida, se podría pensar en una serie de cuestiones que no debería dejar sin respuesta sobre: el producto o servicio, la manera de venderlo y de fabricarlo, la inversión necesaria para el funcionamiento de la empresa y las características del empresario.

Un instrumento de planificación empresarial

Pero, a pesar de ser muy recomendado y utilizado, que ha dado lugar a un gran volumen de publicaciones profesionales, en estos momentos el plan de negocio se encuentra seriamente discutido como consecuencia de los resultados de investigaciones realizadas en diversos países occidentales, que ponen en duda la escasa incidencia en los resultados de las nuevas iniciativas empresariales de no contar con un buen estudio previo.

Aunque hay que poner estos estudios en cuarentena, pues no se puede confundir la calidad del plan con el proceso de planificación de una nueva empresa. Hay emprendedores que han seguido un proceso de planificación para poner en marcha su proyecto y que han dedicado poco tiempo a su formalización por escrito en un plan de negocio, que por tanto resulta incompleto y no refleja adecuadamente la planificación realizada. La presentación de una documentación muy detallada y completa sólo quiere decir que quien lo presenta sabe hacer, –o ha encontrado la fuente o la ayuda para hacer– un buen plan de empresa, pero efectivamente puede no existir un nexo relevante con el éxito inicial de dicho desafío empresarial.

Lo cual no significa que el plan de empresa haya muerto y que deba ser trasladado al desván de la historia. Está vivo y aún le quedan muchos servicios que prestar a los emprendedores que quieran poner en marcha una aventura. El debate académico sobre los factores que influyen en los resultados de las nuevas empresas está abierto; podría resultar prematuro cerrarlo.

Diferente, y bastante más relevante

Debemos preguntarnos para qué puede ser de utilidad la planificación en el proceso de creación de una nueva empresa, y a quién puede resultar útil el plan de negocio entre los diferentes actores que intervienen en el mismo. Los psicólogos acostumbran a decir que las desilusiones son frecuentemente fruto de haber tenido unas expectativas excesivamente altas que después no se han cumplido en la realidad. A fin de no caer en este error parece prudente empezar enumerando para qué no sirve el plan de empresa, y posteriormente intentar apuntar algunas posibles utilidades. No predice el futuro: en un entorno cada vez más inestable, es una quimera pretender que sirva para acertar lo que pasará dentro de unos años.

Pero tampoco asegura el éxito de la nueva empresa. El empresario que piensa que teniendo un plan de negocio tiene el éxito asegurado está equivocado; en este juego las garantías no existen. De hecho, el plan de empresa no es algo que se haga una vez y sirva para siempre: tiene fecha de caducidad. Es necesaria su actualización y revisión permanente. La planificación es más un proceso continuo que un documento formalizado.

El plan de negocio sirve para pensar sistemáticamente el nuevo proyecto que se quiere poner en marcha: con él se puede analizar en profundidad el sector en el que se quiere entrar e intentar responder a las preguntas que se puedan plantear. El plan de empresa sirve para fijar unos objetivos y preparar las acciones que deben llevarse a cabo. Es un buen instrumento para programar éstas y tener previstas posibles soluciones para cualquier tipo de problema que pudiera surgir por el camino. Además, y no es asunto baladí, sirve para comunicar el proyecto. Es un medio para dar a conocer un nuevo proyecto empresarial tanto internamente (a los futuros socios o al equipo fundador) como externamente (a instituciones financieras, administraciones públicas, proveedores, etcétera).

Seguimos la próxima semana…

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