La franquicia y la ardilla de pies negros

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En una jaula de cierto parque zoológico hay un rótulo en el que se dice, sin demasiada alharaca: «Este animal es nuevo para la ciencia». Y dentro de la jaula se encuentra una pequeña ardilla. Tiene los pies negros y procede de África. Ninguna ardilla de pies negros había sido anteriormente hallada en aquel continente. Nada se sabe acerca de ella. No tiene nombre. Me recuerda a esas franquicias «salchichón» que se sacan de la manga las consultorías que todos sabemos: proyectos que tienen el mismo recorrido que una moneda que cae al suelo.


Para el zoólogo, un animal como la ardilla de pies negros significa un reto inmediato. ¿Qué hay en su modo de vida que ha hecho de él un ejemplar único? ¿En qué se diferencia de las otras 366 especies vivas de ardillas, ya conocidas y estudiadas? De alguna manera, en algún punto de la evolución de la familia de las ardillas, los antepasados de este animal debieron de separarse del resto y establecerse como raza independiente.

¿Qué había en el medio ambiente que hizo posible su aislamiento como nueva forma de vida? El nuevo rumbo tuvo que iniciarse a pequeña escala, cuando un grupo de ardillas de determinada zona cambió ligeramente y se adaptó mejor a las condiciones particulares allí reinantes. Pero en aquella etapa podrían mezclarse todavía con sus parientes de las cercanías. La nueva forma gozaría de una ligera ventaja en su región especial, pero no sería más que una raza de la especie fundamental y susceptible, en cualquier momento, de ser borrada, reabsorbida por la corriente principal.

Ardilla de pies negros

Pero si con el paso del tiempo las nuevas ardillas se iban adaptando con creciente perfección a su particular medio ambiente, llegaría ciertamente el instante en que sería ventajoso para ellas aislarse de cualquier posible contaminación por sus vecinas. En esta fase, su comportamiento social y sexual experimentaría modificaciones especiales que harían improbables y, en definitiva imposibles, sus cruzamientos con otras clases de ardillas. Al principio, pudo cambiar su anatomía, adaptándose mejor al peculiar alimento de la zona, pero más tarde se diferenciarían también sus llamadas para el apareamiento y sus actitudes, a fin de atraer únicamente a parejas del nuevo tipo.

Por último, surgiría la nueva especie, separada y discreta, una forma de vida única, la 377ª clase de ardilla. Cuando observamos a nuestra desconocida ardilla en su jaula del zoo, sólo podemos hacer conjeturas sobre estas cosas. Sólo podemos estar seguros de que la marca de su piel (los pies negros) demuestran que se trata de una nueva forma. Pero esto no es más que un síntoma, la erupción que da al médico la clave para saber la enfermedad de su paciente. Para comprender de veras la nueva especie, debemos emplear esta clave únicamente como punto de partida, como indicio de que hay algo que merece ser investigado.

Franquicia

La gran ventaja que tienen quienes estudian a estos animales es que ellos no son ardillas de pies negros, circunstancia que les impone una actitud humilde muy propia de la investigación científica. Pero la cosa es muy diferente, lamentablemente distinta, cuando pretendemos analizar a todas esas cadenas de franquicias que no son, sino, una burda propuesta auspiciada por las consultorías de medio pelo que todos conocemos.

Engañar al propietario de dos zapatería de Lugo, y hacerle creer que le van a montar una cadena de franquicias multinacional, que va a vender madreñas hasta en Vladivostok, es muy de la cuerda de estos golfos: llevan haciéndolo desde los años 90, cuando sólo eran dos, y ahora das una patada a una papelera y de debajo sale un consultor de franquicia con pocos escrúpulos. Visiten algunos portales, vean el pelaje medio de las cadenas que aparecen en sus noticias: si les suena 1 de cada 30 es todo un milagro. Y la Asociación Española de Franquiciadores mirando para otro lado…

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