Socialismo y franquicia… a su debido tiempo

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A medio camino entre San Francisco y Portland, donde el asfalto de la autopista 101 se va diluyendo en la espesura del bosque, se encuentra Arcata, la «capital verde» de California. Todo vehículo que no sea híbrido se considera sospechoso, y el culto a la bicicleta es comparable al de Dinamarca u Holanda. Esta “república independiente” de Arcata –como autoproclaman con orgullo sus vecinos– no es solo uno de los bastiones progresistas del país, sino un ejemplo tangible de que otra vida es posible dentro de las ciudades.

Sin ir más lejos, en Arcata tiene su sede la Auto-Free Times, que aboga por una total redefinición del estilo de vida estadounidense para reducir la movilidad y superar la dependencia casi absoluta del automóvil, reclamando la «desvehicularización» de las ciudades y la reconquista del espacio para los paseantes.

Dicho modelo de civilización, que cuenta con no más de 17.294 habitantes, hace que sus ciudadanos se reúnan en asamblea todos los años para limitar el número de cadenas de franquicia de restauración moderna que operan en la ciudad. Y solo permiten a nueve de ellas levantar a diario el cierre metálico de sus restaurantes y servir sus menús al público.

Es decir, una especie de ¿comida rápida? Sí, pero con condiciones. En cierto modo, recuerda ese viejo chiste inglés con el que sus rivales se mofaban de una concentación de socialistas fabianos, en el que los manifestantes gritaban «¿Qué queremos? ¡Un cambio gradual! ¿Y cuándo lo queremos? ¡A su debido tiempo!».

Los fabianos creían que el socialismo no llegaría mediante la revolución, sino a través de una evolución en la que, poco a poco, el Estado tendría cada vez mayor papel en la economía para evitar los abusos del capitalismo, que ya amenazaba con resultar tóxicos –como se ha demostrado durante el siglo y medio posterior– en los años ochenta del siglo XIX.

Compuesta por intelectuales con un modo de vida acomodado y con conciencia política, la Fabian Society denunció sistemáticamente las consecuencias que acarreaba el desarrollo del erróneamente llamado libre mercado, proponiendo un tipo de socialismo como alternativa.

El nombre de la sociedad era ilustrativo de la idea central en la que se basaba su discurso: hacía referencia al general romano Quinto Fabio Máximo, quien venció al cartaginés Aníbal sin presentar ningún enfrentamiento directo (del que hubiera salido derrotado), hostigándole por los flancos, esperando las mejores oportunidades y jugando con el factor tiempo. La crítica fabiana al capitalismo era frontal, pero la estrategia de acción era gradual, pragmática y multifacética.

Apostaban por un socialismo ajeno a cualquier movimiento revolucionario (en su opinión, democracia y socialismo formaban un vínculo imprescindible), basado en la evolución de las instituciones en un sentido socialista, la superación del dominio de la propiedad privada (la propiedad pública y la privada debían coexistir), la eliminación de las clases ociosas, el sufragio universal y la transferencia de rentas hacia el Estado, para que las redistribuyese adecuadamente.

La Sociedad Fabiana no quería crear nuevas organizaciones políticas sino que sus miembros influyeran en los partidos, sindicatos y medios intelectuales para lograr una mayoría social que hiciera posible el tránsito al socialismo. Vamos que denunciaron sistemáticamente las consecuencias que acarreaba el dejar hacer a las empresas lo que les diese la gana, sin vigilancia.

Más o menos lo que nos pasa en España con la franquicia: que ni al Ministerio de Economía y Empresa le importa un bledo lo que hagan o dejan de hacer las pseudoenseñas de franquicia –hasta que hay un escándalo, como el de VitalDent e iDental, o antes el de OpeningEnglish y Wall Street Institute–, y la patronal está para… Bueno, en realidad ni está ni se la espera.

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