La vida es breve, y la ocasión, fugitiva

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Ya estamos a punto de tener nuevo Gobierno –¿alguien ha notado la diferencia entre tenerlo y no tenerlo?– y un servidor sigue, erre que erre, escribiendo sobre lo que una cadena de franquicias debe hacer –y también sobre aquello otro que ha de evitar–, no sólo para evitar el terminar pleiteando ante los tribunales con algún franquiciado díscolo, sino para que todo vaya sobre ruedas, y ambos, red y central, obtengan los prometidos beneficios del sistema.

No me creo más listo que nadie: me limito a aprender de todos aquellos buenos profesionales de la franquicia con los que tengo ocasión de charlar, y de todas aquellas enseñas serias y que merecen la pena que me permiten aprender de su saber hacer.

Y así puedo decir que, unos y otras señalan, primero, que su relación con una red de franquiciados no tiene nada que ver con la que una empresa pueda mantener con los empleados de sus sucursales o concesionarios; segundo, reconocen haber tenido tropezones, antes de llegar a contar con cadenas de franquiciados satisfechas con su negocio y comprometidas con la marca; y tercero, están donde están, y gozan de un éxito indiscutible, precisamente por haber sabido arrostrar ambos puntos críticos con sabiduría, paciencia y tacto.

Hipócrates advertía a quienes iban a convertirse en galenos que «el arte es largo; la vida, breve; la ocasión, fugitiva; la experiencia, incierta; y el juicio, difícil». Quizá nos convendría a todos reflexionar sobre el ejemplo que ofrecen estas enseñas –las serias, las que todos conocemos…– y sus miles de franquiciados antes de “demonizar” el sistema, como les gusta hacer a algunos, o de creer que está todo inventado, y que nuestra forma de ver y hacer las cosas es la correcta y la única posible, como, por egoísmo, nos suele suceder a los profesionales.

Una amplitud de miras que no debe de llevar a nadie a error. La franquicia debe cimentar la diferenciación: el que busca una enseña desea ser guiado por una empresa para, siguiendo un método, conseguir unos resultados. Cualquier promesa sobre el primero o los segundos, no cumplida posteriormente, generará insatisfacción. Y ésta, ya lo sabemos, es imprevisible.

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